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Cuando entré a la Policía, él ya se había hecho poeta, dijo Pintos mirando fijamente el parabrisas, como si alguien estuviera proyectando sobre el cristal la imagen de otro Pintos, más joven y con más cabello, henchido el pecho por los ideales que puede tener un agente recién salido de la Escuela y no contaminado aún por la burocracia y los vaivenes de un sistema acomodaticio, creyendo a pies juntillas en la dicotomía del Bien y del Mal y en el triunfo necesario de los uniformados por sobre los violadores, asesinos y ladrones. Aunque siguió siendo policía, poco a poco los versos y los cantos lo fueron perdiendo, dijo, hasta que al final renunció. ¿Renunció para escribir versos?